Para empezar, el día amaneció bochornoso, con calor, humedad y menos viento del esperado. La idea era hacer una ruta enlazando todos los fortines de Ceuta que coronan las colinas más cercanas a la frontera con Marruecos, y que fueron construidos entre 1860 y 1870 para la vigilancia y defensa de los nuevos límites de la ciudad, definidos por el tratado de Wad-Ras tras la Guerra de África que enfrentó a España y el sultanato marroquí entre los años 1859 y 1860. La larga aproximación bordeando la costa norte desde el centro de la ciudad resultó muy pesada por el calor y la dureza de las losetas y el asfalto, que recalientan mucho las plantas de los pies, sin embargo la subida desde la playa de Calamocarro hasta el fortín de Aranguren fue más agradable, ya que el camino va internándose en terreno boscoso, y además soplaba un poco más de viento. La primera vista interesante fue desde el mirador de Ben Younech.
A una cota un poco más baja hay otro mirador, con vistas al barrio de Benzú, del que lo separa una cantera, cuya explotación fue la causa de la destrucción del fortín de Benzú que allí existía. También a corta distancia pero en dirección Sur y cuesta arriba se encuentra el fortín de Aranguren, actualmente el más septentrional de todos.
Siguiendo en dirección Sur y cada vez más cuesta arriba se llega al fortín de Anyera, que es el más occidental y el situado a mayor altura de todos.
Desde aquí, mirando al Este se ve el fortín del Renegado, conocido popularmente como "La Tortuga", por su forma semejante al caparazón de dicho animal.
Por otro lado, en dirección Sur, un poco desviado hacia el Este, y formando un triángulo imaginario en cuyo interior quedaría el acuartelamiento de García Aldave, se encuentra el fortín de Isabel II.
A partir de aquí y todavía en dirección Sur, continuando ladera abajo debería poder llegarse con facilidad al fortín de San Francisco de Asís, aunque alguien ha vallado la zona con alambre de espino, poniendo además carteles indicadores de propiedad privada.
El camino continúa cuesta abajo hacia el Sur-Este y forma parte de un sendero de pequeño recorrido señalizado, pero al lado de la estaca que lo indica también hay una barrera de alambre de espino que bloquea el paso.
El sendero continúa, pero un poco más abajo hay una nueva construcción casi terminada, un perro suelto, materiales de construcción esparcidos por el suelo, y al superar el recodo que se forma en el camino en ese punto, otra sorpresa. Más abajo, en un cruce de caminos, ya al borde de la carretera, han colocado una valla de alambrada gruesa con un cartel que no necesita comentario.
Ya en la carretera de García Aldave, tras una curva de 180º, sale un caminillo hacia la derecha que asciende hasta el promontorio donde está el fortín de Piniers.
A partir de aquí, siguiendo campo a través se puede llegar al fortín de Mendizábal y luego al fuerte del Príncipe Alfonso, pero las obras de la nueva prisión de Ceuta han arrasado todo el terreno que los separa, y la gran cantidad de camiones, excavadoras y otras máquinas que pululan por allí en la actualidad obligan a dar un rodeo por la parte más cercana a la valla fronteriza.
De la misma época que los anteriores fortines pero mucho más grande es el fuerte del Príncipe Alfonso, ubicado al Este, en la barriada del mismo nombre, y abandonado como aquéllos. El cuartel principal de toda esa línea de defensa era el fuerte del Serrallo, el más grande de todos, reconstruido a mediados del S. XX en una forma que nada tiene que ver con el original, y situado en el vértice norte de un triángulo imaginario, cuyos otros vértices serían el fortín de Mendizábal al Oeste y el fuerte del Príncipe Alfonso al Este. Por último, para terminar la ruta lo antes posible debido al calor que hacía, no di más rodeos y volví al centro por el camino más recto posible, pisando otra vez asfalto y losetas, y pensando que mejor habría sido ir a la playa, aunque al menos me ha servido de entrenamiento para la próxima ascensión al Toubkal. Fueron unos 20 km en 5 horas y media.
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