sábado, 21 de agosto de 2010

Los fortines de Ceuta

Para empezar, el día amaneció bochornoso, con calor, humedad y menos viento del esperado. La idea era hacer una ruta enlazando todos los fortines de Ceuta que coronan las colinas más cercanas a la frontera con Marruecos, y que fueron construidos entre 1860 y 1870 para la vigilancia y defensa de los nuevos límites de la ciudad, definidos por el tratado de Wad-Ras tras la Guerra de África que enfrentó a España y el sultanato marroquí entre los años 1859 y 1860. La larga aproximación bordeando la costa norte desde el centro de la ciudad resultó muy pesada por el calor y la dureza de las losetas y el asfalto, que recalientan mucho las plantas de los pies, sin embargo la subida desde la playa de Calamocarro hasta el fortín de Aranguren fue más agradable, ya que el camino va internándose en terreno boscoso, y además soplaba un poco más de viento. La primera vista interesante fue desde el mirador de Ben Younech.




A una cota un poco más baja hay otro mirador, con vistas al barrio de Benzú, del que lo separa una cantera, cuya explotación fue la causa de la destrucción del fortín de Benzú que allí existía. También a corta distancia pero en dirección Sur y cuesta arriba se encuentra el fortín de Aranguren, actualmente el más septentrional de todos.




Siguiendo en dirección Sur y cada vez más cuesta arriba se llega al fortín de Anyera, que es el más occidental  y el situado a mayor altura de todos.




Desde aquí, mirando al Este se ve el fortín del Renegado, conocido popularmente como "La Tortuga", por su forma semejante al caparazón de dicho animal.




Por otro lado, en dirección Sur, un poco desviado hacia el Este, y formando un triángulo imaginario en cuyo interior quedaría el acuartelamiento de García Aldave, se encuentra el fortín de Isabel II.




A partir de aquí y todavía en dirección Sur, continuando ladera abajo debería poder llegarse con facilidad al fortín de San Francisco de Asís, aunque alguien ha vallado la zona con alambre de espino, poniendo además carteles indicadores de propiedad privada.




El camino continúa cuesta abajo hacia el Sur-Este y forma parte de un sendero de pequeño recorrido señalizado, pero al lado de la estaca que lo indica también hay una barrera de alambre de espino que bloquea el paso.




El sendero continúa, pero un poco más abajo hay una nueva construcción casi terminada, un perro suelto, materiales de construcción esparcidos por el suelo, y al superar el recodo que se forma en el camino en ese punto, otra sorpresa. Más abajo, en un cruce de caminos, ya al borde de la carretera, han colocado una valla de alambrada gruesa con un cartel que no necesita comentario.




Ya en la carretera de García Aldave, tras una curva de 180º, sale un caminillo hacia la derecha que asciende hasta el promontorio donde está el fortín de Piniers.




A partir de aquí, siguiendo campo a través se puede llegar al fortín de Mendizábal y luego al fuerte del Príncipe Alfonso, pero las obras de la nueva prisión de Ceuta han arrasado todo el terreno que los separa, y la gran cantidad de camiones, excavadoras y otras máquinas que pululan por allí en la actualidad obligan a dar un rodeo por la parte más cercana a la valla fronteriza.




De la misma época que los anteriores fortines pero mucho más grande es el fuerte del Príncipe Alfonso, ubicado al Este, en la barriada del mismo nombre, y abandonado como aquéllos. El cuartel principal de toda esa línea de defensa era el fuerte del Serrallo, el más grande de todos, reconstruido a mediados del S. XX en una forma que nada tiene que ver con el original, y situado en el vértice norte de un triángulo imaginario, cuyos otros vértices serían el fortín de Mendizábal al Oeste y el fuerte del Príncipe Alfonso al Este. Por último, para terminar la ruta lo antes posible debido al calor que hacía, no di más rodeos y volví al centro por el camino más recto posible, pisando otra vez asfalto y losetas, y pensando que mejor habría sido ir a la playa, aunque al menos me ha servido de entrenamiento para la próxima ascensión al Toubkal. Fueron unos 20 km en 5 horas y media.



sábado, 14 de agosto de 2010

Aquarocka

Pasadas las diez de la mañana nos encontramos cinco miembros del Club Anyera en la Playa de la Ribera. Estaba algo nublado y había un poco de viento de Levante. La marea estaba bajando. Como ya era tarde y no aparecía nadie más, empezamos el recorrido hacia la Cala del  Desnarigado siguiendo la línea de la costa, andando por donde se podía, trepando si era preciso, y nadando cuando no había más remedio. El primer tramo, hasta El Sarchal, es el más fácil, por ser el más accesible, y también por ello es el que se encuentra en un estado más lamentable, ya que la falta de civismo de muchos de los que por allí han pasado convirtieron algunos lugares en pequeños vertederos de basura.




A pesar de lo descuidada que está la zona no deja de ser muy atractiva para nuestra actividad, con algún que otro trepadero que se puede superar bien por tierra, y un par de cortados que obligan a tirarse al agua para poder continuar.




Desde la Playa del Sarchal hasta la Cala del Desnarigado el recorrido es más complicado porque la línea de costa es más abrupta y está más expuesta al Levante, de donde venía el viento, pero de momento continuamos.




Al abandonar la zona más protegida y quedar más expuestos al Levante empezamos a notar que había algo de mar de fondo, que nos complicaba los tramos acuáticos, sobre todo al querer volver a tierra.




Por aquí ya no hay ningún atisbo de camino, sólo agua y roca. Eso lo hace muy divertido pero también más peligroso, sobre todo si el mar no está en calma.




El agua estaba buenísima, pero cerca de las rocas, el mar empezaba a empujar con fuerza y había que buscar el lugar más adecuado para salir.




A partir de aquí, todo lo que quedaba de recorrido era así, más agua, más roca, y más mar de fondo.




Seguimos hasta casi el final del Sarchal, cerca del morabito, y allí decidimos subir por un acceso al camino de Ronda y regresar al punto de partida. El mar de fondo complicaba mucho las transiciones entre el mar y las rocas, y la prudencia aconsejaba evitar riesgos innecesarios. Lo dejamos para otra oportunidad con mar en calma, pero no sin antes habernos divertido un buen rato.








Finalmente, nuestro recorrido Aquarocka, un poco reducido por las condiciones del mar, quedó así: