Subir a un cuatro mil, en el Atlas, al final del verano, no me resultaba muy motivador, entre otras cosas porque yo ya había estado en el Toubkal, precisamente en esta época del año, pero el Club Anyera programó la ascensión incluyendo también el Toubkal Oeste y el Imouzzer, además de reservar los alojamientos y contratar el servicio de un guía, las mulas de carga y las comidas durante los dos días del trekking, a través de Rafa (Viajes Fortur), así que con todo bien organizado, allá nos fuimos el uno de septiembre. Alberto, Ángel, Darío, Felipe, Paco y Rafa del Club Anyera, y Yolanda, de la Asociación Senderista Pasos Largos de Ronda, a la que recogimos en el puerto, nos repartimos en dos coches y salimos hacia Imlil a las 8.30 horas, con todo el día por delante para hacer unos 650 km, la mayoría de autopista, pero para complicarlo un poco, en la circunvalación de Rabat, sufrimos un accidente al ser alcanzado mi coche por otro vehículo, que a su vez fue alcanzado por otro, y así hasta cinco. Aunque para nosotros no tuvo más consecuencias que unos arañazos en el paragolpes trasero del Land Cruiser, los trámites policiales nos demoraron casi cuatro horas, con lo que al final llegamos a Imlil bien entrada la noche.
Para rematar el día, resultó que a nuestro albergue no se podía llegar en coche, las mulas ya estaban recogidas, y tuvimos que llevar el equipaje a cuestas por uno de los caminos que unen Imlil con Aremd. No fueron más de diez minutos andando, con un desnivel de casi doscientos metros, para ir practicando, pero es que a esas horas y con el día que llevábamos... Menos mal que allí arriba, a casi dos mil metros de altitud, el clima era más fresco, las estrellas lucían más que las pocas luces del pueblo, nos dieron una buena cena, y dormimos todo lo que pudimos. De hecho nos levantamos más bien tarde, y desayunamos mientras el sol iba disipando la bruma matinal.
Partimos a media mañana hacia el refugio Neltner, en lo que sería la jornada de aproximación, llevando solamente una pequeña mochila con agua y poco más, ya que la mayor parte del equipaje lo llevarían las mulas que habíamos contratado. Así, caminando a buen ritmo, enseguida dejamos atrás el pueblo de Aremd.
Y antes de iniciar lo que sería una continua ascensión salvando un desnivel de unos mil doscientos metros pudimos ver a lo lejos nuestro objetivo principal: la cima del Jebel Toubkal (4167).
A mitad de camino hicimos una parada para comer en uno de los chiringuitos donde teníamos encargada la comida. Ligeros de equipaje, la comida preparada, una zona de sombra para descansar, bebidas frescas, en fin, las ventajas de una buena organización.
Foto del álbum de Yolanda (editada)
Luego a seguir subiendo con un sol de justicia, por una implacable cuesta pedregosa. Llegamos al refugio Neltner a media tarde, nos duchamos, cenamos y a descansar.
El viernes día 3 de agosto, salimos del refugio con la luz de nuestros frontales, una hora antes del amanecer, y comenzamos la ascensión tranquilamente, sin prisa pero sin pausa, llegando al collado de los cuatro mil metros justo cuando lo superaban los primeros rayos del sol.
Foto del álbum de Yolanda
Se notaba la altitud, pero ya teníamos nuestros objetivos a la vista, y al primero que llegamos fue a la pequeña y escarpada cima del Toubkal Oeste (4.030 metros).
Foto del álbum de Yolanda
Allí hicimos una pequeña parada para contemplar las vistas maravillosas que se nos ofrecían, sobre todo hacia el Sur, donde más allá de las montañas, bajo la neblina y el polvo en suspensión se vislumbraba el desierto.
Al Oeste teníamos en primer plano, el Timezguida (4089), el Ras (4083) y el Akioud (4030), a los que se accede por otras rutas, y que quedan pendientes para otra ocasión.
Sentado en la cumbre del Toubkal Oeste, mirando hacia nuestro próximo objetivo, Ángel parece que no lo tenía muy claro, pero nos teníamos que ir.
Descendimos un poco hasta el collado de antes, y retomamos la ascensión ya en su tramo final por encima de los cuatro mil metros. Parecía que la cumbre ya estaba ahí mismo, pero aún teníamos que seguir subiendo.
Con la cima ante nosotros, a unos cincuenta metros de desnivel, hicimos el último esfuerzo, y paso a paso fuimos ganando los últimos metros.
Al llegar al punto más alto del norte de África, con un día despejado por esas alturas, aunque algo nublado en cotas más bajas, teníamos unas magníficas vistas a nuestro alrededor, un horizonte continuo de 360º.
Hacia el Sureste, en el fondo del valle, está el Lago Ifni, mientras que en dirección Nordeste continúa extendiéndose la cordillera del Atlas.
Hacia el Oeste, vemos en primer término el Toubkal Oeste (4040) y la Tête d'Ouanoums (3970), y detrás el Timezguida (4089), el Ras (4083), el Akioud (4030), el Afella Sur (4043) y el Afella Norte (4040).
Nuestro guía, Abdul, sin comer ni beber nada desde la salida a la puesta de sol, en cumplimiento de los preceptos del mes sagrado de Ramadán, estaba tan fresco como si se hubiese bañado en las frías aguas del Lago Ifni, que está a su espalda, unos dos mil metros más abajo.
A nosotros, sin embargo, nos vino muy bien el breve descanso en la cumbre, antes de iniciar la larguísima bajada hasta Imlil, y además aprovechamos para dejar constancia de nuestro paso por allí. De izquierda a derecha: Ángel, Darío, Rafa, Yolanda, Abdul (guía), Paco, Felipe, Alberto.
Foto del álbum de Yolanda
Algunos incluso se fotografiaron varias veces para tener pruebas bastantes de haber estado allí, por si acaso alguien osaba dudar de su hazaña montañera.
Hacia el Norte podíamos ver allá abajo, en el fondo del valle, Aremd e Imlil, a donde debíamos llegar al atardecer, después de descender un desnivel de más de dos mil doscientos metros por un pedregal. Pero antes pasaríamos al lado del Imouzzer (4010), el pico que hay en primer término, un poco a la izquierda.
Dejamos atrás la cima del Toubkal (4167) y empezamos un rápido descenso, cuyo mayor riesgo es la gran cantidad de piedras sueltas, que castigan de forma implacable las rodillas, los tobillos y las plantas de los pies.
Cuando llegamos al camino de mulas, un poco más abajo del refugio Neltner, descansamos un momento al lado del río, para recuperarnos un poco de la tensión de la bajada por el pedregal y del sofocante calor del mediodía.
Paramos a comer en Sidi Chamharouch, descansamos un poco nuestros pies maltrechos, y continuamos de un tirón hasta Imlil. Ahora nosotros estábamos otra vez abajo, y la montaña se veía altiva a nuestra espalda.
Con los objetivos cumplidos, al llegar a Imlil sumergimos nuestros pies en las frías aguas de una acequia para iniciar nuestra recuperación, cenamos y nos fuimos a dormir sin que nadie padeciera insomnio. Al día siguiente nos levantamos tarde, desayunamos tranquilamente, y nos fuimos a dar una vuelta por el valle de Ourika, hasta que al atardecer decidimos ir al hotel que teníamos reservado en Marrakech, y tirarnos a la piscina hasta que nos echaran, aunque nos fuimos antes porque no había cerveza. Luego nos fuimos paseando hasta la plaza Jemaa El Fna, dejando a un lado la imponente Koutubia, en busca de algún lugar para cenar, donde tuvieran cerveza, que para entonces ya era lo más importante. Encontramos el sitio adecuado en el barrio hebreo, con bebidas alcohólicas y espectáculo de música y danza para amenizar la cena. Después regresamos al hotel y ya solo nos quedaba la vuelta a Ceuta el día siguiente, que transcurrió sin más problemas.
Ésta fue nuestra ruta durante el trekking: el primer día de Imlil al Refugio Neltner por el camino de mulas, y el segundo día del Refugio Neltner a la cumbre del Toubkal Oeste, y luego a la del Toubkal, bajando después al lado del Imouzzer, para retomar el camino de mulas más abajo del refugio, de vuelta a Imlil.