jueves, 16 de diciembre de 2010

Jebel Masker

Karamú, senderismo en Melilla, buscando caminos donde no los hay, había programado una salida a Marruecos para el puente de diciembre de 2010. Finalmente se concretó el lugar en el macizo del Jebel Masker, situado en el Alto Atlas Oriental, para lo que se fijó como base el gite d'etape de Tagoudit, a donde llegamos el sábado día 4 de diciembre. Joaquín, Carmen, Sergio, María, Juan y Javi venían de Melilla y llegaron a media tarde, mientras que yo, desde Ceuta, llegué ya de noche, encontrándome a Asud, nuestro anfitrión y guía, tratando de poner cordura en la decisión sobre las posibles actividades de los próximos tres días, que Sergio y Joaquín discutieron con vehemencia hasta la hora de cenar, después, y creo que hasta en sueños. Finalmente, el día 5 de diciembre se decidió intentar la ascensión del Jebel Masker. Después de un buen desayuno, comenzamos a caminar tranquilamente, ya que nos esperaban unos 1200 metros de desnivel, con pendientes bastante duras.


Los primeros tramos son suaves y nos sirvieron de calentamiento, a lo que también ayudó la temperatura inesperadamente cálida, teniendo en cuenta la época del año.


Luego comienzan las primeras cuestas largas y duras, que por otra parte, al volver la vista atrás nos permitían tener las primeras vistas espectaculares del valle de donde partimos y de las montañas que lo rodean.


Ya podíamos ver Tagoudit, la carretera de Imilchil, el río, y la sucesión interminable de montañas que conforman la cordillera del Alto Atlas.


Por el Este se recorta la silueta de un viejo conocido, el Jebel Ayachi, que destaca por encima de todo al ser el pico más alto del Atlas Oriental marroquí.


Aunque hubo nevadas recientes, quedaba poca nieve en las cumbres, ya que la temperatura aún no había bajado lo suficiente para que se mantenga el manto blanco.


A mitad de camino y aún con el pueblo a la vista intentamos divisar a Carmen y Joaquín, que se habían dado la vuelta porque ella tenía problemas con las botas, pero ya no les veíamos.


Cuando conseguimos llegar a la altura de la nieve, a unos 2900 metros, hicimos una breve parada antes de afrontar el último tramo hasta la cumbre.


Nos quedaba poco, estábamos pisando nieve por encima de los 3000 metros, ya teníamos vistas de la cara norte y la cima estaba ante nosotros.


Alcanzamos una de las cumbres del macizo del Jebel Masker, por encima de los 3200 metros, pero la más alta, que está aproximadamente en medio del cordal, aún la teníamos a unos 7 kilómetros al Oeste, y ahí se quedó para otra ocasión.


Hacia el Este, justo por detrás de Asud, María, Juan y Javi, también continúa el cordal del Jebel Masker, al menos un par de kilómetros más, y a lo lejos destaca el imponente Jebel Ayachi.


Para mi fue una gran satisfacción haber llegado hasta aquí, descubriendo además todo lo que se podría hacer  en este macizo a todo lo largo de su extenso cordal.


Estuvimos un rato en la cumbre disfrutando de las magníficas vistas de 360º que se nos ofrecen por encima de los 3200 metros de altura, especialmente las de la cordillera del Alto Atlas.


Como en la cumbre hacía bastante viento, decidimos comenzar el descenso, y parar a comer algo en cuanto llegásemos a una zona más protegida, ya por debajo de los 3000 metros.


Algunos teníamos hambre, otros ganas de echarse una siesta, Asud de chupar cámara, y el pastor que nos encontramos, parecía preguntarse qué diablos hacíamos nosotros por allí.


Pues en éso tiene mucho que ver Sergio, quien junto a María, ha hecho varios recorridos por estas montañas, y de cuyos conocimientos nos aprovechamos los demás para acercarnos por aquí siempre que podemos.


Después de reponer fuerzas seguimos bajando hacia el valle con gran rapidez, por el mismo camino que tanto esfuerzo nos había costado subir.


Llegamos al atardecer, justo cuando el sol empezaba a ocultarse detrás del Jebel Masker. Un final perfecto para un magnífico día de montaña.


El día 6 de diciembre salimos en los coches después de desayunar, alejándonos unos kilómetros por una pista en dirección Sureste, que seguía el curso de un arroyo hasta un aduar con el Jebel Masker al fondo.


A medida que nos alejábamos, dejábamos atrás las típicas construcciones bereberes que se integran perfectamente en la naturaleza.


Ante nosotros se abría un pequeño valle rodeado de montañas, ofreciéndonos unas vistas que destacaban por el contraste de su colorido.


Poco a poco íbamos ganando altura con la suave pendiente de un terreno mucho menos exigente físicamente que la ascensión al Jebel Masker del día anterior.


De hecho, hasta el momento podría decirse que era una tranquila marcha para desentumecer los músculos, pero no todo iba a ser así.


A nuestra derecha volvía a verse por un momento el cordal del Jebel Masker, omnipresente todos estos días, aunque de una serena belleza que no nos cansamos de contemplar.


Poco después llegamos al verdadero objetivo del día, un recorrido circular por una garganta que teníamos ante nosotros y que ya de lejos se mostraba impresionante.


Al acercarnos vimos que por la abertura que había entre las rocas no se podía continuar, pero sí por un camino de cabras que había a su derecha.


Lo que teníamos delante superaba todas las expectativas que Asud nos había hecho tener cuando nos propuso esta actividad.


La bajada hacia la garganta obligaba al paso por lugares algo delicados, con elevada pendiente y mucha piedra suelta, por lo que había que asegurar bien cada pisada.


Pasado lo peor, paramos un rato para recuperarnos de la tensión acumulada, ya que aún quedaba una zona de roca que había que destrepar.


Éso era mucho más divertido, aunque a unos nos gusta más que a otros, y siempre hay quien encuentra el camino con más soltura y facilidad.


Algunos parece que estaban demasiado ocupados buscando donde agarrarse como para disfrutar del patio que se abría a sus pies, pero poco a poco fueron terminando el destrepe.


Estuvimos un par de horas recorriendo el interior de la garganta, ya que la corriente de agua nos lo permitía, rodeados de paredes de roca que a veces casi se cerraban sobre nuestras cabezas.


Allí abajo paramos para comer y algunos aprovecharon también para echarse una siesta a la solana, hipnotizados por el murmullo del agua.


Luego tomamos un desvío para iniciar el regreso hasta donde habíamos dejado los coches, por lo que tuvimos que remontar con esfuerzo toda la altura que habíamos perdido al bajar a la garganta.


Poco a poco fuimos subiendo, haciendo alguna que otra pausa para disfrutar de las vistas, hasta completar el círculo de nuestro recorrido.


Y otra vez bajamos hasta recuperar la pista que nos llevaba al aduar en el que estaban los coches y también los lugareños esperándonos con la tetera preparada para invitarnos a un té. Después de los saludos y agradecimientos por la hospitalidad recibida volvimos con los coches a nuestra base en Tagoudit.


El día 7 de diciembre volvimos a salir con los coches después de desayunar, esta vez hacia el Oeste, por una pista que siguiendo la cara sur del macizo del Jebel Masker llega hasta Ait Marzougue, donde los niños se nos acercaron curiosos nada más llegar.


Decidimos dejar los coches al lado de la escuela, a la entrada del pueblo, y continuar andando desde allí hasta una garganta que lleva a la cara norte del Jebel Masker.


Al atravesar andando Ait Marzougue, salían grupos de niños de todas partes, que se acercaban y salían corriendo cada vez que Asud les daba algún grito para que se fueran de vuelta a casa.


En el primer tramo del camino encontramos a algunos lugareños trabajando en los campos de cultivo y a otros que iban y venían andando o en sus burros.


Estos otros niños hacían nuestro mismo recorrido, al menos hasta Tazrout, el pueblo que había al otro lado de la garganta, acompañándonos durante casi todo el camino.


Cuando llegamos a la garganta el terreno se fue estrechando poco a poco, encerrándonos entre las laderas de la montaña, que en esta zona estaban pobladas de cedros.


Hasta el momento habíamos dado un agradable paseo por un paisaje bucólico, pero a la vuelta de un recodo en el camino nos esperaba algo más de emoción.


La garganta se hacía mucho más angosta y obligaba a remontar la ladera derecha, para seguir caminando por un paso aéreo al borde del abismo.


De nuevo abajo, en la parte más cerrada y oscura del recorrido, un error al accionar la cámara dio como resultado esta foto de Asud, en plan Son Goku, que parece recoger la energía de la tierra.


En la parte final del desfiladero la roca mojada y pulida por la erosión estaba muy resbaladiza y obligaba a tomar precauciones para no perder el equilibrio.


Cuando empezamos a salir de la garganta, alguno aún no había tenido bastante y quería volver a hacer el mismo recorrido a la inversa para volver a Ait Marzougue, pero la mayoría no estaba por la labor.


La opción elegida para volver fue llegar al pueblo que teníamos a una hora de camino y esperar a que nos recogiera un taxi que venía de Tounfite y que nos llevaría hasta Tagoudit.


Seguimos caminando hacia Tazrout, que apareció ante nosotros, marcando una línea entre los campos cercanos y las montañas más lejanas.


A medida que nos acercábamos podíamos observar una estampa ya familiar, con las típicas casas de adobe de los pueblos bereberes del Atlas, y la gente ocupada en sus quehaceres cotidianos.


Atravesamos el pueblo observando de cerca las casas y también a la gente, que a su vez nos observaba a nosotros con la misma curiosidad poco disimulada.


La estructura de estas casas es sencilla y funcional, de formas muy variadas, pero siempre con  una zona que sirve de vivienda para la familia, y con otra que da cobijo a los animales.


Una vez recorrido el pueblo, aún teníamos que esperar más de una hora hasta que llegara nuestro taxi, así que fuimos al albergue con intención de tomar un té, por el que tuvimos que esperar un buen rato, ya que cuando llegamos allí no había nadie.


Finalmente apareció un Peugeot 505 familiar, que debía tener unos treinta años de antigüedad, donde nos metimos ocho personas más el conductor, para recorrer unos diez kilómetros de pista con vadeo del río incluido, más otros cuarenta kilómetros de carretera, aproximadamente, hasta Tagoudit. Llegamos de noche, pero aún teníamos que ir a recoger nuestros coches a Ait Marzougue, en lo que nos demoramos otra hora y media más para completar un día lleno de aventuras rodeando el macizo del Jebel Masker.


He aquí una captura del Google Earth que abarca toda la zona del Jebel Masker, en la que están marcados los recorridos realizados durante los tres intensos días que pasamos por allí.